BlogUna tragedia silenciosa está afectando a nuestros niños

Una tragedia silenciosa está afectando a nuestros niños

Una tragedia silenciosa está ocurriendo en nuestros hogares, afectando a nuestros niños. Cada vez más vemos un aumento repentino y constante de enfermedades mentales en los niños. Diversos estudios muestran que, en los últimos años, los niños han sido diagnosticados con diferentes enfermedades y trastornos mentales.

  • 1 de cada 5 niños tiene problemas de salud mental.
  • Aumento de diagnósticos de Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH).
  • Aumento de la depresión en la adolescencia.
  • Aumento de la tasa de suicidios en niños y adolescentes.

¿De quién es la culpa de esta tragedia?

Cuando algo les sucede a nuestros hijos, como padres, tendemos a culpar al otro, sin reconocer que podemos ser la base del problema. Fácilmente echamos la culpa al diagnóstico médico, como si sólo se tratara de alimentar la maquinaria de las industrias farmacéuticas. Culpamos al sistema escolar, como si sólo fuera deber de la escuela educar al niño. Culpamos a nuestros propios hijos, como si la excusa estuviera en decir “nacieron así”.

Sí, hay presión de las farmacéuticas para generar más patologías que justifiquen el consumo desenfrenado de medicamentos. Hay innumerables niños diagnosticados con TDAH que ya están descubriendo que en realidad no tienen el déficit de atención, sino que tienen problemas debido a un trauma grave. Sí, hay un sistema escolar atrasado que ya no responde a las necesidades reales de nuestros niños. Sí, hay niños que nacen con dificultades que, a pesar del esfuerzo de padres y educadores, necesitan ayuda médica.

Pero, ¿y nosotros los padres? Definitivamente somos la primera referencia de nuestros hijos. Somos sus mayores ejemplos. Por tanto, en nosotros puede estar la solución a muchos de los problemas que experimentan los niños. Tendemos a creer que, por trabajar fuera de casa, somos un ejemplo de gente trabajadora. O, porque estamos presentes en casa, somos padres preocupados. Tendemos a creer que golpeando, gritando o castigando estamos poniendo límites. Y si el niño no está a la altura de estos límites, la culpa es de las malas compañías.

Nos engañamos en esta trágica ciranda. En el momento en que tomemos conciencia del tipo de educación que queremos para nuestros hijos y seamos consecuentes con ella, los niños también cambiarán. Cuando tenemos un hijo, nuestro mayor deseo para él es que sea feliz. Prometemos cuidarte y protegerte. Sin embargo, ante mínimas dificultades, tendemos a recurrir a recursos que generan heridas emocionales de la infancia que durará hasta la edad adulta.

Sé el adulto que necesitabas cuando eras niño.

Varias generaciones se han criado desde una perspectiva represiva y autoritaria. Los gritos, los castigos y los azotes eran considerados “recursos” para educar. En realidad, no nos damos cuenta de que, poco a poco, estamos empezando a normalizar la violencia. «Estoy aquí, soy una buena persona, amo a mis padres, entonces una nalgada no le hace daño a nadie.“. Este discurso se reproduce hoy como argumento para justificar el mantenimiento de la violencia en nuestros hogares.

Quizás, los padres que utilizan esta justificación no se dan cuenta de que no pueden involucrarse emocionalmente en la crianza de sus hijos. ¿Cómo podrían no sanar las heridas de la infanciano he aprendido a reconocer e identificar sus propias emociones para controlarlos adecuadamente. Entonces, en un momento de rabieta de un niño, los padres se estresan, muchos se enojan. En lugar de utilizar recursos que favorezcan su propio equilibrio para afrontar adecuadamente la situación, prefieren golpear y/o gritar. Esto solo empeora la situación. El niño simplemente aprende que los azotes son la solución a los problemas.

La rabieta de un niño no es simplemente un mal comportamiento. Está aprendiendo a vivir en este mundo. No sabes cómo lidiar con tus frustraciones. Ella necesita que estemos emocionalmente equilibrados para que podamos ayudarla, respetando su momento y enseñándole a reconocer sus emociones.

Finalmente, consciente o inconscientemente, privamos a nuestros hijos de una infancia saludable. ¿Qué les falta?

  • Padres emocionalmente involucrados.
  • Límites y orientación claramente definidos.
  • Responsabilidades.
  • Nutrición equilibrada y sueño adecuado.
  • Movimiento y tiempo al aire libre todos los días.
  • Tiempo de juego creativo, interacción social, oportunidades para el aburrimiento y tiempos desestructurados.

Para prepararse para un cambio de perspectiva sobre la crianza de sus hijos, comience por ser el adulto que necesitaba cuando era niño. Recuerda tu infancia cuando hiciste una rabieta. ¿Qué es lo que más extrañaste? ¿Un momento para llorar, un abrazo, una voz firme y cariñosa que te ayude a entender el mundo, o unas buenas nalgadas para que llores más?

¿Qué le estamos dando a nuestros hijos?

Cuando tenemos un hijo, creemos que el “amor incondicional” es suficiente para educarlo. Mis vecinos vienen a mi mente. Los padres trabajan todo el día mientras los dos niños están en la escuela. Diría que están juntos unas 3-4 horas al día, desde que recogen a los niños del colegio hasta que se quedan dormidos.

El más pequeño tiene 3 años, pero desde los 2, cuando comienza la etapa más temida de la primera infancia, debido a las constantes rabietas, nos convertimos en espectadores de los interminables castigos en el salón. Cada vez que hace algo mal en casa, su madre lo pone en el pasillo de castigo. Como está oscuro y frío, el niño grita, grita, llora, se desespera. De vez en cuando la madre abre la puerta, le grita al niño y le exige que confirme que ya no hará lo que está haciendo.

Entiendo todo el estrés que esta mujer pudo haber experimentado durante un duro día de trabajo. Entiendo que criar dos hijos de edades similares (el mayor tiene 5 años) no es fácil. Entiendo que tu carga de trabajo no termina hasta que decides dormir, ya que siempre hay mil y una tareas esperándote en casa. Sin embargo, entiendo que este niño, cuando lo dejan en el pasillo del edificio, solo repite un automático “no lo haré más” porque tiene terror de estar en el espacio oscuro y frío.

El “respeto” que tiene por sus padres parte del miedo al castigo. Y no por admiración al adulto que lo cría, porque ve en él un ejemplo. Definitivamente, este niño no aprende con castigos a comportarse como la madre quiere. Hemos vivido aquí durante dos años y esta escena se repite cada 1 o 2 veces por semana. Lo único que aprende el niño es que el castigo es la solución al problema. Aprende que no es necesario escuchar a los demás, ya que nadie lo escucha a él. Por lo tanto, este niño está aprendiendo a no ser empático con los demás.

En lugar de tratar de entender el etapas del desarrollo infantil para satisfacer mejor las necesidades de nuestros hijos, preferimos permanecer en silencio. ¿Y cómo lo hacemos?

  • Nos convertimos en padres distraídos por las tecnologías digitales. En lugar de pasar tiempo con nuestros hijos, preferimos estar navegando por internet.
  • Nos convertimos en padres indulgentes que permiten que sus hijos asuman el papel de autoridad. En lugar de poner límites, preferimos evitar los conflictos ya que el tiempo juntos es muy corto.
  • Priorizamos nuestros propios derechos y no nuestras responsabilidades.
  • Les permitimos pasar más tiempo del necesario frente al televisor jugando en el ordenador.
  • Para complacer a los niños y minimizar el tiempo libre, los llevamos a lugares que ofrecen comida rápida, dándoles una nutrición inadecuada.
  • Tenemos un estilo de vida sedentario. En lugar de estar en la calle, jugando con los compañeros, después de la escuela, nos quedamos en casa viendo la televisión.
  • Estimulamos en exceso a nuestros hijos con niñeras tecnológicas. Los niños también necesitan aburrirse. Esto es necesario para que aprendan a crear soluciones.
  • Para conseguir lo que queremos, utilizamos recursos como la gratificación instantánea: «Si dejas de llorar, te dejo ver la tele». En cambio, podríamos buscar saber qué hay detrás de este llanto. Como puedo ayudarte. A menudo, el niño ni siquiera quiere ver la televisión. Simplemente está estresado, cansado, hambriento o físicamente enfermo.

¿Es posible imaginar que juntos podamos crear una generación emocionalmente sana ante este escenario? Debemos despertar para ayudar a contener esta tragedia silenciosa.

Entonces, ¿cómo solucionar problemas?

Si queremos crear con respeto, amor y firmeza, primero debemos ser humildes. Reconocer que ser padre también requiere aprendizaje. Necesitamos conocernos a nosotros mismos. La primera pista es entender cómo nos sentimos en diferentes situaciones y cómo controlar nuestras emociones para la resolución efectiva de problemas. conflictos

Luego está la máxima: “trata al otro como te gustaría ser tratado”. Si soy capaz de reconocer que los castigos, gritos y azotes que recibí de niño crearon heridas, soy capaz de buscar sanarlas. Y si no quiero que mis hijos sientan lo mismo, buscaré recursos que me permitan criarlo con respeto y con límites.

¿Como podemos hacerlo?

  • Estar disponible para un comunicación positiva y efectiva con su hijo. Conviértete en el mejor “coach” de las emociones de tu hijo. Enséñale a reconocer y controlar sus emociones.
  • Enséñale habilidades sociales como empatizar, saludar a la gente, turnarse en una conversación, compartir…
  • Conéctate con tu hijo: sonríe, besa, abraza, haz cosquillas, salta, baila…
  • Pon límites. Recuerde que usted no es amigo o amiga de su hijo. Eres el padre o la madre. Crear con respeto no significa romper con la jerarquía familiar. Su hijo debe verlo como un modelo a seguir adulto, no como un amigo.
  • Dele a su hijo un estilo de vida equilibrado basado en lo que NECESIDAD y no solo que QUERER.
  • no tengas miedo de decir NO si sus hijos quieren algo que no necesitan.
  • Proporcionar alimentación adecuada.
  • Pasar 1 hora del día en espacios abiertos andando en bicicleta, jugando al aire libre, caminando…
  • Todos los días disfruta de la cena en familia, sin el uso de tecnología.
  • Jueguen juntos en casa.
  • Integra a tu hijo en actividades prácticas de la vida, para que sienta que su presencia cuenta en la familia. (Ver el mesa de actividades montessori)
  • Establecer rutinas. Los niños necesitan saber lo que sucederá. Esto les da seguridad y evita frustraciones y las temidas rabietas.
  • No prepare la mochila de su hijo para la escuela. Enséñale a ser autónomo. Enséñales habilidades en lugar de hacer todo por ellos.
  • Que se aburran. Ahí es donde entra la creatividad.

Estos pequeños cambios, si todos los hacemos en nuestros hogares con nuestros hijos, podrían cambiar a toda la nueva generación de niños. ¡Nunca es tarde!

@Seen on Sin grita ni castigos

Fuente: victoria

Educación Infantil

Aquí encontrarás un conjunto de textos interesantes sobre pedagogías alternativas y cómo aplicarlas en casa con nuestros hijos. Además, se cuenta con información relevante sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje de los niños de 0 a 6 años. Haga clic en el enlace de abajo para obtener más información:

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