No sabemos nada de nuestra fuerza hasta que nos convertimos en madres. Antes de la maternidad, siempre creemos que vivimos momentos felices y agotadores con mucha intensidad. Con la llegada del bebé, vivimos la forma más pura de amor. Pero también entendemos que la vida anterior no era nada comparada con la nueva vida. Las noches de insomnio son solo un ejemplo de todo lo que cambia en nuestras vidas. Sacamos fuerzas de donde no parece haberlas. Entonces nos preguntamos: ¿cuál es el significado de ser madre? Solo piensa: ¿de qué están hechas las madres?
Las madres están hechas de…
– Un recuerdo capaz de recordar cada momento maravilloso.
¿Y quién olvida el momento en que vio por primera vez a cada uno de sus hijos? ¿Y cuándo dijiste la primera palabra? Cuando empezó a caminar, cuando se le cayó el primer diente… Por no hablar de los momentos que vienen del corazón, como un fuerte abrazo inesperado o el intenso intercambio de miradas durante la lactancia.
– Un sentido del olfato que puedes sentir por millas cuando algo anda mal.
«Bueno, dijiste…». Cuantas veces le decimos esto a nuestra madre. Parecía intuir de lejos que venía el problema. En nuestra casa decíamos que era vidente. Y si algo no estaba bien, su sentido del olfato estaba encendido.
– Una boca que siempre sabe qué decir.
Para cualquier momento, nuestras madres siempre tienen la palabra adecuada para decirnos. En situaciones felices, comparte la felicidad con nosotros. Y en los de tristeza, él está ahí para consolarnos. Tus palabras siempre nos sanan y nos dan coraje.
– Brazos que consuelan cualquier corazón roto.
¡Qué delicia es el abrazo de una madre! Es amor, es caricia, es consuelo… ¡lo es todo! Cada vez que tengamos la oportunidad, debemos tirarnos a los brazos de nuestra mami. Que nos mime y nos cuide.
– Una mirada que te dice todo sin hablar.
Ya sea para aprobar o desaprobar una actitud nuestra, tu mirada nos basta. Si hacemos algo bonito, sus ojos brillan de orgullo y satisfacción. Si fallamos en algún punto, con una simple mirada, pone los límites necesarios para que aprendamos.
– Oídos que no se cansan de escuchar.
Habrá pasado contigo que, en algún momento, quieres descansar y tu madre quiere que sigas contando cada detalle de la historia. ¡Es curioso! Ella está lista para escucharnos en cualquier momento. Le encanta que compartamos nuestras alegrías y tristezas con ella.
– Un corazón que no cabe en el pecho.
Una madre da su vida por su hijo. Cuando nace el bebé, se produce este parto maravilloso. Es como un punto de inflexión en tu vida. A menudo se olvida de sí misma para cuidar a su bebé. Es capaz de hacer cualquier cosa para hacer feliz a su hijo.
– Manos que curan lo que tocan.
Qué maravillosas sensaciones infantiles, cuando nos caíamos y nuestra madre estaba a nuestro lado. Sus manos y su beso sanaron las heridas. era aliento. Era el consuelo de seguir adelante y olvidar el dolor.
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