Esperar. A veces esto es lo que más nos cuesta como padres y madres. Saber dar el tiempo necesario: en el desarrollo del niño, en una rabieta, en los procesos (sueño, control de esfínteres, etc.). Saber esperar es una de las cosas más importantes que podemos aprender en este camino de maternidad y paternidad consciente. Esperar no desde la angustia y la impaciencia, sino desde la serenidad de saber que todo llega y todo pasa. Disfrutando de la espera que se nos presenta demasiado pronto, haciéndonos esperar 9 meses para tener a nuestro bebé en brazos.
Esperar es lo primero que teníamos que hacer, como si fuera una señal de lo que sería tan importante en los años venideros, y sin embargo, estamos tan impacientes… y la impaciencia trae la prisa, la preocupación, la intervención innecesaria, que da al niño la sensación de que no es capaz, porque nota la angustia del adulto apremiante.
De hecho, ¿por qué tenemos tanta prisa? ¿Qué crees? Tranquilo, lo harán, aunque no queramos. ¿Cómo pasa esto tan maravilloso? No te preocupes, sucederá. ¿Y entonces que?
Saborearemos la espera como el dulce regalo que es. Nos abrimos a ella. Abracemos los tiempos de no tener que hacer nada más que observar, desde la conexión y la tranquilidad de que llegará el momento: que se acabará la rabieta, que pasará esta etapa, que crecerán y aprenderán a organizarse, a no gritar, comer con cubiertos, ir a la ducha, dormir toda la noche, no llorar por todo…..
Y mientras tanto… mira lo que produce la espera. ¿Te molesta? ¿De dónde viene esa prisa interna? ¿Qué no cabe en el aquí y ahora? Y tomas consciencia… Toma consciencia para aumentar tu comprensión del momento y de ti. Para conectar más contigo y, en consecuencia, con tu hijo. Aprender para poder, algún día, también disfrutar de la espera.
* Texto de Miriam Tirado, periodista y consultora creativa (@miriamtirado.cat)
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