- ¡Hola, familia! es un libro muy diferente de lo que nos tienes acostumbrados. ¿Qué es lo que te ha llevado a escribir este diccionario?
- Vamos a analizar juntos algunos de los términos que aparecen en tu libro. Por ejemplo, uno de ellos es el contacto. ¿Qué importancia tiene el contacto para el correcto desarrollo del bebé y el niño?
- ¿Y no hay peligro de malcriarlos, otra de las entradas de tu diccionario?
- ¿Cómo podemos establecer un correcto vínculo con el bebé, conectar con él y con sus emociones?
- Afirmas que la mejor forma de estimular el desarrollo mental del niño es hablarle. ¿Cuáles son los mejores momentos para hacerlo?
- Alrededor de los dos años, las rabietas hacen acto de presencia. ¿Cómo podemos ayudar a los niños a canalizar esta frustración?
- ¿Por qué es importante poner límites a los niños? ¿Cuándo debemos hacerlo?
- Rectificar es otra de las palabras que está en tu diccionario. ¿Debemos pedir perdón a nuestros hijos si nos hemos equivocado?
- ¿Cómo podemos ayudar a los niños a manejar los celos cuando nace un hermanito?
- “Hacerle sentir querido y dedicarle tu tiempo son los mejores regalos que puedes hacerle”, afirmas en el libro. ¿Cómo aprovechar al máximo el tiempo que estamos con nuestros hijos?
- Muchas veces, se abusa de las pantallas para entretener a nuestros hijos. ¿De qué manera pueden afectar a su desarrollo?
- En el libro hablas de cuidar, un término que no solo aplicas al bebé, sino también a los progenitores. ¿Qué consejos nos puedes dar para estar bien con nosotros mismos?
- Esto está ligado con la perfección, otro de los conceptos de tu diccionario. “Los niños no quieren unos padres perfectos, sino unos padres felices”, dices. ¿Pero cómo lidiar con el sentimiento de culpa, de no estar haciéndolo bien?
- Para finalizar, nos quedamos con la última entrada de tu libro, que es único/a. ¿Qué consejos nos darías para disfrutar juntos de este viaje por la m(p)aternidad y vivir momentos únicos?
Álvaro Bilbao es uno de los divulgadores más importantes en el ámbito de la psicología y la neurociencia de nuestro país, con más de 300.000 lectores y más de un millón de seguidores en redes sociales.
Doctor en psicología, neuropsicólogo y padre de tres niños, siempre ha defendido la importancia de entender cómo funciona el cerebro del niño para comprender mejor su comportamiento, y hacer que la relación entre padres e hijos sea más profunda y satisfactoria.
Reconocido autor de libros como El cerebro del niño explicado a los padres, Cuida tu cerebro y Todos a la cama, publicados por Plataforma Editorial, ahora presenta Hola, familia, un diccionario bebé-mamá y bebé-papá, para que los recientes papás y mamás puedan entender mejor qué es lo que el bebé piensa y necesita de nosotros.
Y lo hace a través de 60 conceptos, explicados de una manera muy concisa y clara, que van acompañados de una preciosa ilustración en la que da voz a lo que piensa y siente el bebé.
Recorremos con él algunos de estos conceptos, con el fin de ayudarnos a conectar mejor con nuestro bebé y tener una mayor seguridad y confianza a la hora de afrontar la bonita experiencia que es formar una familia.
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¡Hola, familia! es un libro muy diferente de lo que nos tienes acostumbrados. ¿Qué es lo que te ha llevado a escribir este diccionario?
No ha sido una decisión muy meditada, sino que ha venido más por inspiración, de observar escenas que me cuentan las familias o que he vivido yo en mi propia familia. Tenía ganas de ilustrar esas escenas y contarlas desde el punto de vista de un bebé.
Gran parte del trabajo que hacemos tiene que ver con que los padres entiendan a los niños, se pongan en el lugar del bebé. Normalmente, con eso es suficiente para que haya un cambio importante de actitud. Entonces, fui anotando esas escenas que yo me imaginaba o que había visto. A partir de ahí, empezó un trabajo más extenso, que fue el de buscar un ilustrador.
Buscábamos algo que conectase con esa ternura que tienen los bebés y los niños, y que ayudara a los padres a establecer esa conexión. Las ilustraciones parecen hechas por un niño, pero también conectan con los propios dibujos que hacían los padres cuando eran pequeños. De esta manera, nos centramos más en el punto de vista del niño y no tanto en el del adulto.
El contacto es fundamental para el desarrollo del niño. Hoy en día, sabemos que el contacto físico, la ternura, el cariño de los padres hacia el niño tiene un efecto tan importante sobre la salud mental del adulto como el tabaco sobre el cáncer de pulmón.
Muchas veces, los profesionales (pediatras, psicólogos, etc.) no le damos suficiente importancia al contacto. Pero hay estudios que demuestran que entre padres que son poco afectuosos, afectuosos o súper afectuosos, estos últimos favorecen mucho que los bebés, y más adelante cuando se convierten en niños, jóvenes y adultos, tengan menos ansiedad.
¿Y no hay peligro de malcriarlos, otra de las entradas de tu diccionario?
Todas estas creencias erróneas vienen, por una parte, de las corrientes de pediatría de la Inglaterra de finales del siglo XIX y principios del XX; y, por otra, porque tienen una parte de lógica.
Si le dices a un padre o a una madre que si coge mucho al bebé en brazos se va a malacostumbrar, va a depender mucho de él y va a querer estar siempre en brazos, puede resultar lógico.
Pero también es muy lógico pensar que si tú le das a un bebé seguridad desde que nace, cuando sea un poquito mayor, se sentirá seguro y preparado para ser más autónomo. La ciencia ha demostrado que esta segunda lógica tiene más razón que la primera, y que los bebés necesitan mucha seguridad para ir desarrollando su propia autonomía.
¿Cómo podemos establecer un correcto vínculo con el bebé, conectar con él y con sus emociones?
El vínculo es algo que se va construyendo. A veces, encontramos a papás y mamás que, al principio, pueden sentir al bebé como a una persona extraña, no conectan con su hijo con ternura, parece más como un objeto al que hay que cuidar. Esto es algo normal, no todos desarrollamos el vínculo en el primer momento; de hecho, en general, el vínculo hay que trabajarlo mucho.
¿Cómo desarrollar un buen vínculo con el bebé? Hay que estar con él, darle de comer, bañarle, etc. Y es el bebé, con todo su instinto, el que se va a encargar de echarnos el lazo, de vincular con nosotros, porque, en un momento dado, nos va a sonreír, se va a quedar dormidito encima de nosotros…
Y son esas acciones del bebé de confianza hacia nosotros las que van a hacer que sintamos esa profunda sensación de conexión y vayamos desarrollando ese vínculo tan especial con nuestro hijo.
Afirmas que la mejor forma de estimular el desarrollo mental del niño es hablarle. ¿Cuáles son los mejores momentos para hacerlo?
La hora de antes de dormir es muy buena para instaurar el hábito de leer un cuento y establecer ese pequeño vínculo, tener ese momento de intimidad, en el que las palabras no están simplemente para describir objetos que vemos, sino también para describir ideas y cosas que tenemos dentro de nuestra mente. Ese sería un momento especial y mágico, porque salimos de lo real al mundo de lo mental, de la imaginación.
También cuando el bebé se ha despertado hace poco tiempo y está más activo, porque está utilizando toda esa energía para desarrollar conexiones neuronales dirigidas a que aprenda vocabulario.
Sabemos que los bebés son capaces de identificar muchas palabras a partir de los seis meses. Por lo tanto, puede ser muy útil contarles nuestro día a día, describirles lo que vamos viendo cuando estamos paseando por casa, cantarles canciones…
Todo eso les va a ayudar a que aprendan a segmentar las palabras, a entender que aquí acaba una palabra y aquí empieza la siguiente, que son habilidades complejas que les permitirán, más adelante, desarrollar el lenguaje.
Alrededor de los dos años, las rabietas hacen acto de presencia. ¿Cómo podemos ayudar a los niños a canalizar esta frustración?
Una cosa importante que tenemos que entender es que las rabietas forman parte del proceso normal de evolución. Lo que sucede es que las rabietas son un poco incómodas y despiertan sensación de frustración en los padres.
Yo siempre explico a los padres que dos de sus trabajos más importantes son decir “no” y responder empáticamente cuando sus hijos están contentos, tristes, frustrados, etc. Si tú le dices a tu hijo que no (por ejemplo, que no puede beber de la botella de lejía o que no puede meter los dedos en el enchufe), estás haciendo tu primer trabajo; y si tu bebé se enfada y le dices “ya sé que te apetecía mucho beber de la botella, pero eso no lo puedes hacer”, estás haciendo tu segundo trabajo, que es ser empático.
Aquí se acaba nuestro trabajo y pasamos al trabajo del niño, que es experimentar las emociones. En este caso, el pequeño experimentará la frustración, que es la emoción normal cuando no podemos hacer algo que nos apetece, pero esa experiencia de sentirnos frustrados nos ayuda a ir dominando esa emoción.
Como padres, podemos quedarnos a su lado, seguir siendo empáticos, darle tiempo para que vaya procesando esa emoción, con paciencia y sin perder los nervios.
¿Por qué es importante poner límites a los niños? ¿Cuándo debemos hacerlo?
Siempre que un niño está haciendo algo que pueda ser peligroso para su integridad física, como beber de una botella de lejía, ir en el coche sin abrocharse el cinturón o cruzar un paso de peatones a lo loco, hay que poner un límite.
También hay que saber decir que no en situaciones que representan un peligro para la salud del niño, por ejemplo, si quiere desayunar helado todos los días.
Asimismo, tenemos que poner límites cuando hay una falta de respeto. Es el caso del niño que pega a su hermano, nos insulta o tira adrede un objeto valioso.
Y, por último, hay otro aspecto en el que se pueden poner límites, y es el que tiene que ver con las normas culturales. Por ejemplo, si mi hijo de cinco años quiere ir en bañador a la comunión de su primo, habrá que decirle que no puede ser, porque, en este tipo de eventos, existe un código de vestimenta y tenemos que ir un poco más arreglados de lo normal. Esto también es importante respetarlo. Hay que facilitarles entrar en diferentes ámbitos de la cultura y que tengan distintos registros.
Rectificar es otra de las palabras que está en tu diccionario. ¿Debemos pedir perdón a nuestros hijos si nos hemos equivocado?
Pedir perdón es la mayor muestra de fortaleza que podemos tener, porque estamos enseñando a nuestros hijos que no es malo reconocer los errores, que no es malo equivocarse. Y ese es un signo característico de personas que tienen buena autoestima.
Al rectificar también les enseñamos que los niños no tienen que ser perfectos para ser queridos, para ser aceptados en la familia, y que todos tenemos derecho a equivocarnos.
Además, el perdón no solo les enseña una manera de comportarse, sino que también tiene un componente muy importante de reparación. En el momento en el que pedimos perdón y reconocemos que nos hemos equivocado, estamos reparando esa pequeña herida y reconectando el vínculo con nuestros hijos.
¿Cómo podemos ayudar a los niños a manejar los celos cuando nace un hermanito?
Los celos no se pueden evitar; más tarde o más temprano van a aparecer. Hay niños que reciben a su hermanito con toda la ilusión y pasan un primer año de luna de miel, y, de repente, el pequeño, con añito y medio o dos años, empieza a tener desparpajo, a utilizar la palabra, y se convierte en el centro de atención; y ahí es cuando el hermano mayor, que igual ya tiene cuatro años, empieza a sentir celos.
Hay que estar preparados para el momento en el que surjan los celos. Lo mejor que podemos hacer es comprender al niño, no culpabilizarle, porque el gran miedo de un hermano mayor siempre es ser retirado, apartado por el hermano pequeño.
Si nosotros le decimos “es que eres un celoso, siempre estás enfadado”, el niño mayor se va a empezar a sentir relegado. En lugar de relegar, vamos a intentar hacer lo que necesita, que es incluirlo. Y decirle “oye, veo que estás muy celoso de tu hermano, ¿qué te parece si ahora que tenemos un ratito nos vamos tú y yo solos a merendar un helado?”, por ejemplo.
En ese momento, el niño se va a dar cuenta de que sus papás están viendo su necesidad, le están dando lo que necesita, por lo que va a ser mucho más fácil que supere los celos.
“Hacerle sentir querido y dedicarle tu tiempo son los mejores regalos que puedes hacerle”, afirmas en el libro. ¿Cómo aprovechar al máximo el tiempo que estamos con nuestros hijos?
Algunos padres pueden tener una situación privilegiada y pueden pasar mucho tiempo con sus niños. Pero hay otras personas que doblan turnos en el trabajo, que dedican muchas horas a trabajar por necesidad, y el tiempo del que disponen para sus hijos es muy poco.
Cuando estemos con los niños, lo primero que recomiendo es reducir tiempo de pantallas. Si llego de trabajar a las 20 horas y mis hijos se van a dormir a las 21:30 horas, lo primero que hago al entrar en casa es dejar el móvil en la entrada.
Lo segundo es pasar tiempo juntos, por ejemplo, sentarse en el suelo a jugar con ellos, preguntarles cómo les ha ido el día, explicarles cómo nos ha ido a nosotros, interesarnos por cómo se están sintiendo y qué les está pasando en ese momento. Lo importante es que haya una atención plena, aunque solo dispongamos de media hora o una hora al día.
Muchas veces, se abusa de las pantallas para entretener a nuestros hijos. ¿De qué manera pueden afectar a su desarrollo?
El tema de las pantallas fue uno de los que más traté cuando empecé a hacer divulgación, porque yo veía que no solo los bebés y los niños estaban muy expuestos a las pantallas, sino que también los padres creían que eran beneficiosas para su desarrollo cerebral.
Curiosamente, yo llevaba muchos años trabajando con niños con daño cerebral, para los cuales existe toda una industria de programas de ordenador diseñados para su desarrollo cognitivo, y nunca los utilizamos a nivel clínico porque los estudios decían que no funcionaban.
Lo que funciona para que un niño, tanto si tiene lesión cerebral como si no, desarrolle el lenguaje es que le hablen papá y mamá; lo que funciona para que un niño desarrolle las habilidades visoespaciales es que busque entre sus juguetes esa pieza que le falta; lo que funciona para que un niño desarrolle la memoria es que papá o mamá recuerden lo que hicieron juntos el día anterior.
De hecho, el efecto de utilizar cualquiera de esos dispositivos es tan bajo que lo único que hace es redirigir el tiempo que pasamos haciendo otras cosas, como hablar con nuestros hijos o jugar con ellos.
Cuando estos dispositivos estuvieron al alcance de cualquier niño a través de las tablets y los teléfonos móviles, dijimos que esto iba a repercutir negativamente, pues lo que hacen es reducir la capacidad del niño de gestionar la frustración, de tener una atención más focalizada, etc.
En el libro hablas de cuidar, un término que no solo aplicas al bebé, sino también a los progenitores. ¿Qué consejos nos puedes dar para estar bien con nosotros mismos?
Gran parte de la frustración o de las inseguridades que sentimos como padres tiene que ver con compararnos con otros padres o con comparar a nuestros hijos con otros niños.
Debemos fijarnos en lo que hay dentro de nuestra propia casa: si hay amor, si pasamos tiempo de calidad con nuestros hijos, si hacemos planes juntos, si sentimos que estamos en un hogar, eso es lo más importante que podemos dar a nuestros hijos.
Asimismo, todos los padres tienen que saber cuáles son sus “fuentes”, aquellas de las que poder “beber” para recuperarse emocionalmente y recargar energía.
A nivel emocional, solemos tener tres tipos de fuentes: la primera sería una actividad que te haga sentir bien, con la que pierdas un poco la noción del tiempo, de la que salgas reparado; en segundo lugar, están los lugares fuente, aquellos sitios en los que sientes una energía, una conexión especial; y, en tercer lugar, están las personas fuente, que nos llenan de energía y que, muchas veces, suelen coincidir con amigos o amigas que tenemos de nuestra época de soltero o soltera, antes de tener niños. Conectar con estas cosas nos ayuda a reactivar un poco nuestra propia energía.
Esto está ligado con la perfección, otro de los conceptos de tu diccionario. “Los niños no quieren unos padres perfectos, sino unos padres felices”, dices. ¿Pero cómo lidiar con el sentimiento de culpa, de no estar haciéndolo bien?
Ese sentimiento de culpa también nos viene, en parte, por compararnos con los demás, y, en parte, porque todos los seres humanos tendemos a querer mejorar. Este es un instinto que es bueno, pero, cuando lo llevamos al extremo, o cuando solo pensamos en lo que nos falta, en lo que no tenemos, quizás nos haga un poco más de daño.
Es bueno que intentemos hacer las cosas bien, pero siempre echando la vista atrás y ver el punto en el que nos encontramos. A veces, es importante poner el foco en el pasado para sentirnos orgullosos de todo lo que hemos hecho, como personas y como pareja.
Para finalizar, nos quedamos con la última entrada de tu libro, que es único/a. ¿Qué consejos nos darías para disfrutar juntos de este viaje por la m(p)aternidad y vivir momentos únicos?
Yo creo que lo más importante es sentir el enorme privilegio de poder sentarte en primera fila de la vida de tus hijos. Poder estar conectado a un niño, disfrutar de él desde el inicio y durante toda su vida, y poder acompañarlo, es algo que debemos vivir como un privilegio.
Y hay una frase que a mí me ayudó mucho, que fue una frase que me dijo un vecino cuando mi hijo era un bebé de pocos meses y yo estaba muy agobiado por el día a día. “Con los niños, las cosas pasan, y pasan solo una vez, y lo que no vivas, se va, se marcha para siempre. Así que aprovecha”. Y, desde ese día, pensé que esto había que aprovecharlo a tope. Ser padre o madre no es una responsabilidad, es un privilegio.
Álvaro Bilbao
Doctor en Psicología, Neuropsicólogo y padre de tres niñ@s
@soyalvarobilbao
https://alvarobilbao.com
Autor de ¡Hola, familia!
(Plataforma Editorial)
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Este artículo es un extracto del podcast de Mi bebé y yo “Cómo entender qué es lo que el bebé piensa, siente y necesita de nosotros”, con Álvaro Bilbao. Puedes escuchar el Podcast completo en: